enero 07, 2005

Y llegó Llongueras...

Tengo miedo a la peluquería. Que le vamos a hacer. Hoy he ido a cortarme el pelo, y siempre tengo la misma sensación cuando estoy frente a la puerta de la peluqería: ¿Realmente tengo que entrar? Y es que nunca me ha gustado ir a la peluquería.

Es un miedo infantil, podríamos decirlo así. Cuando era pequeño, yo solía ir de vacaciones a Málaga donde vive gran parte de mi familia materna. Allí, una de mis tías solía cortarme el pelo. Lo que voy a explicar ocurrió en verano de 1992. Cuando los Juegos Olímpicos. Estaba en casa de mi tía, era el día de la peluquería. En la televisión estaban dando los saltos de trampolín de los juegos olímpicos y, como es habitual, allí estábamos viendo a los atletas hacer sus piruetas en el aire. Las tijeras empezaron a pasar junto a mis orejas y, en un momento de descuido, las tijeras cortaron un poco de mi oreja izquierda (casi ni se percibe el corte en la actualidad), pero dolió. Y mucho. Salía sangre y, lo peor, nació dentro de mí el pánico a las tijeras.

Ese ruido que hacen las tijeras al pasar justo por detrás de la oreja, ver como el pelo cae al suelo, saber que con un leve movimiento puede ocurrir una desgracia. Me aterra. No lo puedo evitar. ¿Será por eso que voy cada tres meses a cortarme el pelo? ¿Para evitar la tortura de las tijeras? Ya os lo diré dentro de tres meses.

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